OPINIÓN: Ictus a Mansalva
El biólogo Alfonso Balmori relaciona el uso de teléfonos móviles con el aumento de la incidencia de casos de ictus cerebrales
Alfonso Balmori - Valladolid - Viernes, 15 de Noviembre de 201
La precisa definición del diccionario de la Real Academia Española califica el ictus como un «cuadro morboso que se presenta de un modo súbito y violento, como producido por un golpe». Con un aumento en su incidencia del 40% desde 1998 y una cifra nada desdeñable de 120.000 nuevos casos cada año el ictus, también llamado infarto cerebral y accidente cerebrovascular, ha ido ganando posiciones en la siniestra clasificación de causas de muerte en España, hasta situarse en primer lugar para las mujeres, superando a dolencias como el cáncer y el infarto de miocardio, y manteniéndose en
segunda posición para el conjunto de la población.
El doctor Jaime Gállego, coordinador del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología (SEN), ha lanzado la alarma, insistiendo en que la actividad preventiva es el único medio para reducir su incidencia y que se debe actuar sobre los factores de riesgo que contribuyen al desarrollo de la enfermedad, especialmente la hipertensión, la diabetes, el colesterol y la obesidad. Achaca el aumento al progresivo envejecimiento de la población y al abandono de hábitos de vida saludable, recomendando hacer ejercicio físico, controlar el tabaco y el alcohol.
En el mundo la situación no es mejor. En un artículo publicado el mes pasado en la prestigiosa revista “The Lancet” los investigadores señalan un aumento alarmante del 25 % en el número de casos de ictus entre las personas de entre 20 y 64 años en los últimos 20 años, constatando que su incidencia afecta cada vez más a jóvenes y a personas de mediana edad y pronostican que la discapacidad y la muerte prematura por esta causa se duplicará en todo el mundo para el año 2030.
En la década de los noventa empezó a generalizarse el uso de los teléfonos móviles en el mundo. En 1998 menos del 10% de la población tenía móvil y a partir de ese momento su tendencia ha sido exponencial. En mayo de este año había 6.800 millones de contratos de móviles en el mundo y se prevé que el próximo año superará al número de personas (hay países como Omán con 1,6 móviles por persona). Ahora ya se sabe: al que no lo tiene, en el mejor de los caso le miran con un rictus de sorpresa y en el peor no puede realizar alguna tramitación oficial para la que se le requiere ineludiblemente su número.
Una de las primeras lecciones que se aprende en estadística es que los hallazgos de correlación entre dos variables no deben ser necesariamente interpretados como un indicio de causalidad; por tanto puede parecer arriesgado y especulativo relacionar ambas tendencias (la de móviles y la de ictus). A principios de este año, la Agencia Europea de Medio Ambiente hizo público y accesible a través de su página oficial el segundo volumen del documento “Late lessons from early warnings”, algo así como “Lecciones tardías de alertas tempranas” que ha pasado bastante inadvertido. Este voluminoso trabajo de más de 700 páginas recorre, entre otros, temas tan jugosos como la manipulación de las investigaciones por parte de la industria del tabaco, o un capítulo dedicado al aumento del riesgo de tumores cerebrales por el uso del móvil. Dicho capítulo señala en su introducción que los beneficios de las telecomunicaciones móviles son muchos, pero que deben ir acompañados por la consideración de la posibilidad de daños masivos y que las acciones preventivas para reducir exposiciones en la cabeza limitarían el riesgo de tumor cerebral y otros posibles daños que puedan existir. Este capítulo señala la resistencia de la industria de la telefonía móvil a considerar los diversos estudios existentes y a tener en cuenta la clasificación de la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer de la OMS (que declaró en 2011 las radiofrecuencias que emite el móvil como posible carcinógeno en humanos).
Alude asimismo a la ineficacia de los medios de comunicación para la presentación al público de una información rigurosa y consistente sobre sus posibles riesgos para la salud. Los autores del capítulo, reconocidos expertos mundiales en la materia, se lamentan de que la clasificación de la OMS tampoco parece haber tenido un impacto significativo en la percepción de los gobiernos frente a su responsabilidad de proteger la salud pública ante esta fuente generalizada de radiación.
Intentando cerrar el círculo puede ser relevante señalar que durante los últimos años se han publicado varios estudios de impacto que vinculan la radiación electromagnética a problemas en el sistema circulatorio, la diabetes y la tensión arterial, como hemos visto antes, reconocidos factores de riesgo del ictus (a otros agentes se les ha puesto en la picota por bastante menos). Algún sesudo investigador debería analizar esto en profundidad, aunque en ese caso deberá enfrentarse a los voceros de las
operadoras que rápidamente saldrán, cual can en defensa de su hueso, para echársele al cuello, como puede pasarme a mí por escribir esto. Tal vez en el futuro, aquella imagen clásica de la muerte disfrazada de negro cargando una guadaña, aparatosa herramienta en desuso, sea sustituida por un móvil, adminículo bastante más ligero, discreto y sutil.
Alfonso Balmori, biólogo.
Publicado en : http://www.ultimocero.com/articulo/opini%C3%B3n-ictus-mansalva
segunda posición para el conjunto de la población.
El doctor Jaime Gállego, coordinador del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología (SEN), ha lanzado la alarma, insistiendo en que la actividad preventiva es el único medio para reducir su incidencia y que se debe actuar sobre los factores de riesgo que contribuyen al desarrollo de la enfermedad, especialmente la hipertensión, la diabetes, el colesterol y la obesidad. Achaca el aumento al progresivo envejecimiento de la población y al abandono de hábitos de vida saludable, recomendando hacer ejercicio físico, controlar el tabaco y el alcohol.
En el mundo la situación no es mejor. En un artículo publicado el mes pasado en la prestigiosa revista “The Lancet” los investigadores señalan un aumento alarmante del 25 % en el número de casos de ictus entre las personas de entre 20 y 64 años en los últimos 20 años, constatando que su incidencia afecta cada vez más a jóvenes y a personas de mediana edad y pronostican que la discapacidad y la muerte prematura por esta causa se duplicará en todo el mundo para el año 2030.
En la década de los noventa empezó a generalizarse el uso de los teléfonos móviles en el mundo. En 1998 menos del 10% de la población tenía móvil y a partir de ese momento su tendencia ha sido exponencial. En mayo de este año había 6.800 millones de contratos de móviles en el mundo y se prevé que el próximo año superará al número de personas (hay países como Omán con 1,6 móviles por persona). Ahora ya se sabe: al que no lo tiene, en el mejor de los caso le miran con un rictus de sorpresa y en el peor no puede realizar alguna tramitación oficial para la que se le requiere ineludiblemente su número.
Una de las primeras lecciones que se aprende en estadística es que los hallazgos de correlación entre dos variables no deben ser necesariamente interpretados como un indicio de causalidad; por tanto puede parecer arriesgado y especulativo relacionar ambas tendencias (la de móviles y la de ictus). A principios de este año, la Agencia Europea de Medio Ambiente hizo público y accesible a través de su página oficial el segundo volumen del documento “Late lessons from early warnings”, algo así como “Lecciones tardías de alertas tempranas” que ha pasado bastante inadvertido. Este voluminoso trabajo de más de 700 páginas recorre, entre otros, temas tan jugosos como la manipulación de las investigaciones por parte de la industria del tabaco, o un capítulo dedicado al aumento del riesgo de tumores cerebrales por el uso del móvil. Dicho capítulo señala en su introducción que los beneficios de las telecomunicaciones móviles son muchos, pero que deben ir acompañados por la consideración de la posibilidad de daños masivos y que las acciones preventivas para reducir exposiciones en la cabeza limitarían el riesgo de tumor cerebral y otros posibles daños que puedan existir. Este capítulo señala la resistencia de la industria de la telefonía móvil a considerar los diversos estudios existentes y a tener en cuenta la clasificación de la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer de la OMS (que declaró en 2011 las radiofrecuencias que emite el móvil como posible carcinógeno en humanos).
Alude asimismo a la ineficacia de los medios de comunicación para la presentación al público de una información rigurosa y consistente sobre sus posibles riesgos para la salud. Los autores del capítulo, reconocidos expertos mundiales en la materia, se lamentan de que la clasificación de la OMS tampoco parece haber tenido un impacto significativo en la percepción de los gobiernos frente a su responsabilidad de proteger la salud pública ante esta fuente generalizada de radiación.
Intentando cerrar el círculo puede ser relevante señalar que durante los últimos años se han publicado varios estudios de impacto que vinculan la radiación electromagnética a problemas en el sistema circulatorio, la diabetes y la tensión arterial, como hemos visto antes, reconocidos factores de riesgo del ictus (a otros agentes se les ha puesto en la picota por bastante menos). Algún sesudo investigador debería analizar esto en profundidad, aunque en ese caso deberá enfrentarse a los voceros de las
operadoras que rápidamente saldrán, cual can en defensa de su hueso, para echársele al cuello, como puede pasarme a mí por escribir esto. Tal vez en el futuro, aquella imagen clásica de la muerte disfrazada de negro cargando una guadaña, aparatosa herramienta en desuso, sea sustituida por un móvil, adminículo bastante más ligero, discreto y sutil.
Alfonso Balmori, biólogo.
Publicado en : http://www.ultimocero.com/articulo/opini%C3%B3n-ictus-mansalva