08 abril 2011

Polución Invisible

Lo que sigue es una serie de 3 artículos publicados por Claudio Fabian Guevara en el portal argentino Vibromancia "El arte de sentirse bien"

I - INTERFERENCIAS EN LA MENTE

Cómo nace esta investigación. La percepción de interferencias en la mente y los síntomas de una perturbación misteriosa. Un testimonio en primera persona.





Esta iniciativa de Investigación Acción nace de una serie de experiencias personales, que me llevaron en un principio a interesarme por los orígenes de la depresión y que con el tiempo, merced a una paulatina recogida de datos y nuevas experiencias, me permitieron focalizar mi interés por un tema a la vez más específico y más vasto: la influencia de ondas, frecuencias y campos electromagnéticos en la salud de los seres humanos. Dentro de este campo podemos incluir el concepto de bioenergía, vibraciones emocionales y otros intangibles relacionados con el misterioso “soplo”[1] que anima nuestros cuerpos.
Esta área de experiencias tan comunes a la existencia humana muestra variables difícilmente mensurables, lo cual posiblemente explique por qué ha sido condenada tanto tiempo al traspatio de la ciencia ortodoxa.
A continuación un breve resumen del caso.
Pendulando entre países
En el año 2005, luego de un lustro de residencia en Europa, comencé un periodo de residencia pendular entre mi ciudad natal –Mercedes, provincia de Buenos Aires, Argentina- y el exterior.
Cada año vivía en mi pueblo entre 3 y 5 meses, al cabo de los cuales, acosado por un malestar, me sentía impulsado a regresar al extranjero. Cada estancia en mi pueblo se veía signada por la aparición de un desorden anímico que parecía atacar mi voluntad. Algunos médicos lo diagnosticaron como depresión y me prescribieron antidepresivos. Mi ánimo se iba enrareciendo, mis energías decaían, me volvía irritable y mi mente era ganada por la confusión.
Lo curioso es que, en mis estancias de trabajo en el extranjero –en países tan disímiles como Inglaterra o México- notaba un notorio mejoramiento de mi estado de ánimo. Sin necesidad de tomar antidepresivos, podía descansar mejor, sentirme estimulado por la vida y llevar adelante numerosas actividades. Volvía a Mercedes y en cuestión semanas o de días, notaba nuevamente los síntomas de baja energía, nula capacidad de concentración y otros indicadores de malestar.

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II - LA POLUCIÓN INVISIBLE

Con la multiplicación de los sistemas inalámbricos, estamos siendo bombardeados día y noche por una cantidad de microondas diez millones de veces más fuerte que el entorno natural. Los “electrosensibles” sufren de insomnio, dolores de cabeza, fatiga, pérdida de memoria, incapacidad para concentrarse y depresión.



Una primera exploración me llevó al artículo “Salud y Antenas Móviles - El experimento biológico más grande de la historia”, de Arthur Firstenberg, un activista contra la tecnología inalámbrica. Firstenberg sostiene que millones de personas en el mundo sufren de dolores corporales, depresión, dificultad para concentrarse y muchos otros síntomas, debido a la polución electromagnética que proviene de millones de antenas de teléfonos celulares y sistemas wi-fi sobre toda la superficie del globo. Esta influencia alcanzaría a las antenas de radio y TV.
La situación ha empeorado a partir de la aparición de la nueva generación de teléfonos móviles en 1997, y con la multiplicación de los sistemas inalámbricos en hogares, lugares de trabajo y vía pública. Las antenas de telefonía, la mayoría de los sistemas Wi-Fi y algunos teléfonos sin cables irradian exactamente a la misma frecuencia que un horno a microondas. Un teléfono móvil que está encendido, aunque no esté en uso, también está irradiando. También el Internet inalámbrico, los teléfonos portátiles y sus bases, y todos los demás dispositivos inalámbricos.
Estamos siendo bombardeados, día y noche, ya sea que utilicemos un teléfono celular o no, por una cantidad de radiación de microondas que es diez millones de veces más fuerte que el entorno promedio natural. Mucha de la radiación es debida a tecnología que se ha estado desarrollando desde la década del 70, cuyos efectos se intensificaron en las últimas décadas”.
Allan Frey de Estados Unidos, durante años 70, fue el primero en demostrar que la radiación de microondas de bajo nivel daña la barrera hematoencefálica. Consecuencias: ninguna mujer embarazada debería utilizar un teléfono móvil. El Dr. Salford es bastante claro en su trabajo. Él ha denominado al uso de teléfonos celulares “el experimento biológico más grande jamás realizado.” Y ha advertido públicamente que toda una generación de adolescentes usuarios de teléfonos celulares puede sufrir déficit mental o enfermedad de Alzheimer a una edad temprana.
Pero las radiaciones no provienen sólo de los teléfonos celulares: están por todas partes. La literatura que muestra los efectos biológicos de las microondas es realmente enorme, de decenas de miles de documentos. Es increíble que los representantes de la industria afirmen que la tecnología inalámbrica es segura o que no hay evidencia de daños.

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III - SERES ELECTRICOS Y VIBRACIONALES

Hay una dimensión eléctrica y vibracional en nuestra biología fundamental. La tierra, nuestro ambiente natural, es una enorme caja de resonancias, y nuestros cerebros están “sintonizados” en la misma frecuencia. ¿Cómo no pensar que la explosión de radiofrecuencias y campos magnéticos tenga influencia en nuestra salud?






Numerosas evidencias permiten pensar que ondas, radiofrecuencias y campos magnéticos son una influencia clave en la salud, pese a ser un campo extrañamente ignorado, cuando no maliciosamente suprimido en la investigación médica y científica ortodoxa.
El doctor Glen Rein, del Stanford University Medical Center, en un estudio sobre el tema, considera que “relativamente poco es conocido acerca del rol de ondas (…) en los sistemas biológicos” (Rein, (1989)).
Es que apenas en las últimas décadas la ciencia oficial ha comenzado a percibir la dimensión eléctrica y vibracional de nuestros cuerpos.
En “The Electric Body”, un libro de 1998, Robert Becker y Gary Selden repasan el rol de los campos eléctricos en los procesos de curación y regeneración de partes del cuerpo, afirman que los huesos son elementos piezo eléctricos y que ciertas partes del cuerpo tienen una polaridad positiva y negativa. Los autores definen todo esta descripción como “nuestro ser bioeléctrico” y narran el uso de estimulación eléctrica en procesos de curación. Finalmente expresan su preocupación por el efecto perjudicial que los campos electromagnéticos puedan tener sobre los organismos vivientes (Becker & Selden, 1998).
La resonancia Schumann
La tierra misma es un enorme campo electromagnético. Mientras la ionósfera está cargada positivamente, la superficie de la tierra posee una carga negativa. La tensión entre ambas genera en la cavidad entre la tierra y la inósfera, una serie de frecuencias que descubrió en 1952, profesor W. O. Schumann de la Technical University of Munich. Estas ondas electromagnéticas, que se ubican en un rango de frecuencias entre “muy bajas” (VLF) y “extremadamente bajas”,
son denominados “Resonancia Schumann” y han sido definidas como el “diapasón de la vida”, ya que actúan como una frecuencia de fondo que influye en las oscilaciones biológicas del cerebro de los mamíferos. Dicho en pocas palabras: nuestros cerebros “resuenan” en la misma frecuencia de la tierra. Si nos falta la “Resonancia Schumann” empezamos a padecer vértigo, dolores de cabeza, fatiga y otros síntomas. Los astronautas evitan estos problemas con la instalación en las naves especiales de generadores artificiales de la resonancia Schumann (Dickenson, 2011).
El ADN como antena
A este panorama se sumaron recientemente las derivaciones lógicas de la investigación sobre el ADN dirigida por el ruso Pjotr Garjajev. En el equipo de Garjajev, una red transdisciplinaria, afirma que el ADN dialoga con el entorno biológico a través de sonidos y vibraciones, y que es “un texto editable por medio de sonidos y frecuencias”.
Las investigaciones de Garjajev muestran al ADN como un bio-ordenador capaz de recoger y transmitir información de su entorno a través de ondas, a partir de las cuales pueden modificarse los patrones de comportamiento de las células. ¡Y viceversa! El ADN “entiende” ciertas frecuencias, por lo tanto es posible intercambiar información con él, e influir en el código genético. ¿De qué manera? La genética tradicional lo hace a través del método quirúrgico de “cortar y pegar”. Los investigadores rusos proponen “armonizar los sonidos en determinada frecuencia”. Y así han logrado éxitos específicos, como reparar cromosomas dañados (Garjajev & Poponin).

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